lunes, 2 de agosto de 2010

Siguiente destino



-Adtheyah!- decía dulcemente una voz preciosa sobre mí. –Princesa, despierte por favor- insistía aquella melodía.

-Estoy despierta Arkegora- resoplé, me disgustaba escuchar mi voz, rompía totalmente aquel esquema de perfección en el que estaba envuelta, las palabras que me llamaban tiernamente, el tono perfecto que repetía mi nombre.

-Disculpe Milady, supongo que querrá prepararse-

-Gracias, Arkegora- mi voz trató de coordinarse con la suya –lo haré-

Estando frente al agua no pude reconocer mi cara. Los días fuera de casa me daban un aspecto raro, no linda o fea, simplemente no me sentía yo. A lo largo de la mañana pasé dándole vueltas a mi sueño, pensado que tal vez, solo tal vez, habría una mínima oportunidad de que se hiciera cierto, a fin de cuentas era lo que se esperaba de mí; desarrollar algún talento especial al igual que mi madre, siempre desee que este poder fuera volar, pero ya había crecido y sabía que era imposible que yo lo lograra, así que divague por mis pensamientos, sin concretar ninguna idea clara, soñaba despierta y cada vez que mi mente volvía a traer a mí la imagen del muchacho, se aceleraba mi corazón. Era evidente, quería que fuera una visión; pero debía regresar a la realidad. Tenía mucho que hacer.

-¿Cómo dormiste, hija?- interrumpió mi padre mis esperanzados pensamientos.

-Muy bien, aunque sabes que odio pasar tanto tiempo en altamar.- Y realmente hacía mucho, a mi padre se le ocurrió hacer un recorrido por los países vecinos, y eso implicaba mucho tiempo rodeando tierras emergidas, ya que al fin y al cabo no podía bajar de la nave.

-Y sabes que yo no quiero que te pase nada malo.- Apremió él con voz firme y severa.- Pero no te preocupes, tengo una sorpresa para ti-.

Mis ojos brillaron, las sorpresas de papá siempre traían algo bueno, él era de ese tipo de hombre detallista, asertivo. No importaba lo mucho o lo poco que entregara, siempre lograba dar en el blanco, sé que el viaje en altamar no podía ser malo, no era la costumbre de mi padre, algo bueno habría oculto en dos meses de navegación.

La mesa del desayuno se llenó rápidamente con mi expectativa, Aizora y Arkegora se intercambiaron una sonrisa, adivinando de inmediato que era lo que ambos pensábamos, éramos libros abiertos para ellas, que podían recorrer nuestra mente en un segundo, con solo mirar nuestros ojos.

-Verás, espero que este viaje, lejos de ser la tortura que me evidencias con tus ojos, fuera una experiencia edificante.- dijo con una alegría inocultable.

-Claro… De hecho… yo pienso que… espera, ¿solo eso?- le dije dudosa.

De inmediato los tres echaron a reír.

-Hija, el destino final es tu sorpresa.- Dijo él, complacido de que su broma causara la reacción en mí que esperaba.-Es un lugar que frecuentábamos cuando eras una niña.-

Mi rostro se llenó de sorpresa, por un segundo todo podría hacerse realidad. No podría perder esa oportunidad. – ¿Dónde iremos?- Dejé oír con una voz que denotaba mi sonrisa.

-Al Este-

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