martes, 24 de agosto de 2010

La tormenta


-¿Cómo sigue su sincronía?- -No ha mejorado- -¿Ha desmejorado?- Arkegora bajó la mirada, evidentemente triste. –Si Milord- -¿Y su fuerza?- -Se ha disparado de manera increíble, es difícil incluso controlarla.- -Me alegra oír eso- Advirtió el rey satisfecho. -¿Milord?- -Tengo mis razones Arkegora, por favor no me cuestiones, sigue con tu trabajo, estoy seguro de que pronto vendrás con maravillosas noticias.- No había terminado de decirlo, cuando una onda expansiva sacudió el barco entero, y una serie de olas abrazadoramente inmensas salieron de él, hasta que se perdían a la vista. Un grito desgarrador cubrió los oídos de todos los tripulantes, mientras que a la vista de todos Arkegora hacía una invocación que pretendía calmar la furia del mar, antes de que las olas se cerraran en medio del navío. Pero no pasaba nada… -¡¡¡Adtheyah!!!- gritó estrepitosamente el hada aterrada. Aizora salió del cuarto con una velocidad que parecía no tocar el suelo, se ubicó en la parte trasera del barco y Arkegora en la proa. Y cuando ya todo parecía calmado, Adtheyah apareció. Subió a cubierta con paso firme y una mirada perdida, mientras que el cielo se tornaba oscuro sobre ella, con forme su respiración se aceleraba las olas se volvían más agresivas… -No temo a las olas, veo venir el mar Son solo extensión de mi brazo Solo obedecen a mis deseos, Que insignificante la agitación del mar Con el dolor de mi lágrima. Está en mi mejilla y ¡¡¡no quiere morir!!!- haciendo evidente la última palabra, su voz invadió todo. Era absoluta. Las palabras imperceptibles de las hadas se hicieron cada vez más profundas en el vacío inmenso que dejó el silencio de Adtheyah. Y esta centró sus ojos en las olas, que se apaciguaron casi de inmediato. El ondeo de su cabello suelto se alineó con el movimiento de las olas. Y sin más, cayó al suelo.

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